El aborto en México: las críticas que se esperan desde la izquierda (II)
(con la expresa autorización de su autor)
II. Segunda crítica: el aborto libre disminuye la responsabilidad de los hombres
Es cierto que algunas mujeres pueden resistir presiones y negarse a abortar durante embarazos deseados por ellas. Sin embargo, la legalización del aborto a quien lo pida hace que ellas también sufran, como veremos a continuación. El derecho al aborto es aún más peligroso que muchos otros derechos individualistas, porque este derecho genera un círculo vicioso del cual muchas mujeres no tienen salida, independientemente de su decisión personal.
Si la mujer aborta, el varón se ve liberado de cualquier responsabilidad como padre, y a la vez conserva a la mujer como objeto sexual, tal y como se ha señalado anteriormente. Pero si ella decide lo contrario y da a luz a su hijo, también pierde. Puesto que sólo ella decidió seguir adelante con el embarazo, la responsabilidad de educar al hijo parecería que es sólo de ella. Sobre todo si el padre ha estado a favor del aborto, y si además ha ofrecido pagar los costos de la terminación del embarazo, pensará que el hijo no es su responsabilidad. Si a pesar de todo, el gobierno lo obliga a pagar la pensión alimenticia, se sentirá tratado injustamente.
Antes de la legalización del aborto, en los EE.UU. se entendía que los hombres debían ofrecer matrimonio en caso de un embarazo. Con la legalización del aborto, en cambio, los varones comenzaron a pensar que ellos no son responsables de los nacimientos de esos niños, y en consecuencia no sienten ningún deber de ofrecer el matrimonio a la mujer que no quiere abortar o de contribuir con la manutención del niño. A consecuencia de esto, se ha incrementado significativamente el número de familias encabezadas por una madre soltera. (George A. Akerlof, Janet L. Yellen, y Michael L. Katz, An Analysis of Out-of-Wedlock Childbearing in the United States, 111 Quarterly Journal of Economics 277 (1996).)
Peor aún si se descubre durante el embarazo que el niño es discapacitado: Si ella no aborta, ella será la culpable del costo y de las “molestias” que ese tipo de niños trae consigo para el padre y para el seguro social. Es posible que hasta los médicos (The Cost of "Choice" 46-47, 2004) y sus conocidos la hagan sentirse culpable por no haber abortado.
Un empleador puede reaccionar de manera igual. Si él (o el Estado) paga los abortos, se va a sentir menos obligado a adecuar sus prácticas laborales a favor de la mujer embarazada o para la mujer que cuida a su hijo. Si a causa de la maternidad tiene problemas con las condiciones de trabajo, o con el horario, la situación se puede considerar como un problema "privado" que ella pudo haber evitado, como advertiría Catherine MacKinnon. La mujer pierde legitimidad para reivindicar mejores condiciones laborales y familiares.
Al nivel de la teoría se entiende fácilmente por que el aborto parece ofrecer una liberación, pero abre la caja de Pandora. A lo largo de la historia humana, los hijos han sido una consecuencia inevitable de las relaciones naturales entre varones y mujeres. Por lo tanto, los dos sexos se sabían igualmente responsables por ellos, y la sociedad no tenía otra posibilidad que adecuarse y ayudar en su formación. La anticoncepción disminuye pero no elimina estas conexiones y responsabilidades; pues nunca aspira a evitar todo nacimiento. A pesar de los anticonceptivos, los nacimientos siguen sucediendo… y hay que cuidar a los hijos.
Esto no sucede con el aborto por libre elección. El aborto previene de manera absoluta el nacimiento de un hijo. Por lo tanto, la decisión libre sobre el aborto desvincula el nacimiento de los causantes del embarazo. No importa que la sociedad haya favorecido el matrimonio o el sexo, por ejemplo, o que el marido haya insistido en el acto sexual cuando su esposa no lo quería. Es ella y sólo ella la que decide si el niño entra al mundo. Ella es la responsable. Por primera vez en la historia, el marido, el amante, el seguro social, o el patrón puede apuntar con el dedo a ella como la persona concreta que permitió la existencia de un ser humano no querido por uno de ellos.
Richard Stith J.D.(Yale), Ph.D.(Yale)
Valparaiso University School of Law
Valparaiso, Indiana, USA
Tel. 1-219-465-7871;
Si la mujer aborta, el varón se ve liberado de cualquier responsabilidad como padre, y a la vez conserva a la mujer como objeto sexual, tal y como se ha señalado anteriormente. Pero si ella decide lo contrario y da a luz a su hijo, también pierde. Puesto que sólo ella decidió seguir adelante con el embarazo, la responsabilidad de educar al hijo parecería que es sólo de ella. Sobre todo si el padre ha estado a favor del aborto, y si además ha ofrecido pagar los costos de la terminación del embarazo, pensará que el hijo no es su responsabilidad. Si a pesar de todo, el gobierno lo obliga a pagar la pensión alimenticia, se sentirá tratado injustamente.
Antes de la legalización del aborto, en los EE.UU. se entendía que los hombres debían ofrecer matrimonio en caso de un embarazo. Con la legalización del aborto, en cambio, los varones comenzaron a pensar que ellos no son responsables de los nacimientos de esos niños, y en consecuencia no sienten ningún deber de ofrecer el matrimonio a la mujer que no quiere abortar o de contribuir con la manutención del niño. A consecuencia de esto, se ha incrementado significativamente el número de familias encabezadas por una madre soltera. (George A. Akerlof, Janet L. Yellen, y Michael L. Katz, An Analysis of Out-of-Wedlock Childbearing in the United States, 111 Quarterly Journal of Economics 277 (1996).)
Peor aún si se descubre durante el embarazo que el niño es discapacitado: Si ella no aborta, ella será la culpable del costo y de las “molestias” que ese tipo de niños trae consigo para el padre y para el seguro social. Es posible que hasta los médicos (The Cost of "Choice" 46-47, 2004) y sus conocidos la hagan sentirse culpable por no haber abortado.
Un empleador puede reaccionar de manera igual. Si él (o el Estado) paga los abortos, se va a sentir menos obligado a adecuar sus prácticas laborales a favor de la mujer embarazada o para la mujer que cuida a su hijo. Si a causa de la maternidad tiene problemas con las condiciones de trabajo, o con el horario, la situación se puede considerar como un problema "privado" que ella pudo haber evitado, como advertiría Catherine MacKinnon. La mujer pierde legitimidad para reivindicar mejores condiciones laborales y familiares.
Al nivel de la teoría se entiende fácilmente por que el aborto parece ofrecer una liberación, pero abre la caja de Pandora. A lo largo de la historia humana, los hijos han sido una consecuencia inevitable de las relaciones naturales entre varones y mujeres. Por lo tanto, los dos sexos se sabían igualmente responsables por ellos, y la sociedad no tenía otra posibilidad que adecuarse y ayudar en su formación. La anticoncepción disminuye pero no elimina estas conexiones y responsabilidades; pues nunca aspira a evitar todo nacimiento. A pesar de los anticonceptivos, los nacimientos siguen sucediendo… y hay que cuidar a los hijos.
Esto no sucede con el aborto por libre elección. El aborto previene de manera absoluta el nacimiento de un hijo. Por lo tanto, la decisión libre sobre el aborto desvincula el nacimiento de los causantes del embarazo. No importa que la sociedad haya favorecido el matrimonio o el sexo, por ejemplo, o que el marido haya insistido en el acto sexual cuando su esposa no lo quería. Es ella y sólo ella la que decide si el niño entra al mundo. Ella es la responsable. Por primera vez en la historia, el marido, el amante, el seguro social, o el patrón puede apuntar con el dedo a ella como la persona concreta que permitió la existencia de un ser humano no querido por uno de ellos.
Richard Stith J.D.(Yale), Ph.D.(Yale)
Valparaiso University School of Law
Valparaiso, Indiana, USA
Tel. 1-219-465-7871;
2 comentarios:
Es totalmente improbable que se concreten estas críticas por parte de la izquierda. Y ello, creo, no porque la izquierda haya abandonado los principios que la inspiran (aunque, por cierto, ya ha abandonado tantos otros), sino porque la línea argumentativa de Stith es débil y los resultados que obtiene de sus premisas son bastante forzados. El aborto, como se deriva del agotador número de investigaciones, es un tema complejo que no puede ser analizado de manera aislada.
En efecto, las políticas de aborto se insertan en un ambiente de control de la natalidad, en donde decisiones como la educación sexual temprana, la distribución de anticonceptivos normales o de emergencia o la interrupción del embarazo son sólo partes de un gran puzle sobre la manera acerca de cómo nos aproximamos a la libertad humana, a unas mejores condiciones de vida y a la construcción de una vida mejor y más justa. Muchas de esas políticas pretenden reforzar una maternidad querida por los padres y no impuesta mediante la criminalización de la decisión de la mujer o de la pareja de no querer ser padres todavía.
En esta misma órbita se encuentran las políticas de igualdad de género, tan eficaces hoy en día y cuyos resultados ya pueden verse en nuestras sociedades (aunque todavía falta mucho) y que han ido impermeabilizando a la mujer de todas aquellas presiones injustas que tanto evoca Stith y que le han permitido ir superando aquella injusta desigualdad mantenida por siglos. Esa supuesta “fragilidad” de la mujer frente a su pareja o frente al empleador se ha disminuido considerablemente gracias a la fuerte penalización de las agresiones de género, a la educación democrática y a la protección laboral de la maternidad. Por otra parte, la idea del hombre como controlador de la sexualidad o como posible agresor frente a mujeres indefensas no se ataca de manera efectiva criminalizando a las mujeres que abortan sino a través de políticas mucho más complejas que vayan insertando valores de respeto y dignidad en el tejido social.
El ejemplo de Stith sobre la limitación de las horas de trabajo como argumento en favor de que ciertas limitaciones a la mujer sean mantenidas toda vez, al final, pretenden protegerla es claramente poco feliz (no debe olvidarse que tal vez el más fuerte elemento de la mantención de estructuras machistas a lo largo de nuestar historia se ha debido precisamente a ese afán paternalista con respecto a la mujer, tan loable y a la vez tan venenoso). En el caso a que se hace referencia existe una desigualdad clara y ella debe ser enmendada imponiendo a ambos un límite igual de horas de trabajo como cualquier sociedad decente debe hacer con sus ciudadanos aplicando las enseñanzas que nos dejó la revolución industrial, y los ejemplos de buenos y fuertes estados de bienestar. Luego de ello el énfasis debe ser puesto en la protección a la maternidad mejorando las condiciones sociales a que se enfrentan las futuras madres para así ofrecer un panorama más alentador que aquél que hoy en día se ofrece a muchas futuras madres. ¿Por qué mejor no concentrar los esfuerzos en ayudar a la madres que si quieren formar una familia y no tienen dinero para ello o que trabajan en condiciones miserables con sueldos absolutamente desproporcionados con aquel o aquella que lucra con su trabajo?
El argumento de los daños psíquicos producidos por el aborto puede ser también utilizado en contra. Si adherimos a la tesis retribucioncita de la pena, ¿no sería ya demasiada sanción para la mujer o para la pareja que decide abortar aquel dolor psicológico que el acto les infringe, antes de imponerles además una sanción criminal? El sentido similar, tal como dice Reva Siegel, no puede usarse el derecho penal para obligar a las mujeres a ser madres (Esta entrevista esta muy buena: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-111135-2008-09-07.html).
Ligar el aborto al incremento del acto sexual en los jóvenes o al aumento de las enfermedades de transmisión sexual es también un salto manifiestamente exagerado. Dicho incremento tiene orígenes mucho más complejos. De hecho, en sociedades donde el aborto sigue siendo criminalizado igualmente aumentan tanto las enfermedades de transmisión sexual como la frecuencia sexual.
En resumen, las críticas que el autor espera de la izquierda en verdad esconden el argumento principal de los sectores conservadores que no es otro que el fuerte razonamiento de asignarle un valor superior a la vida del que esta por nacer en relación a la estabilidad emocional de la mujer, su derecho a ser madre, el costo social de hijos no queridos, el costo personal y social de la criminalización de una conducta como la indicada, el costo social de abortos clandestinos, el costo también social de asumir la baja incidencia de la criminalización en la tasa final de abortos, entre otros. Aún con todo esto, el argumento conservador sigue siendo poderoso y es esto lo que justifica que este tema siga siendo objeto de interesantísimas discusiones.
Estimados, he estado tratando de ubicar la sentencia de la Suprema Corte mexicana que declaró la constitucionalidad de la ley en cuestión.
Si alguien la tuviera, le rogaría enviármela al mail hugotortora@gmail.com o htortora@uamericas.cl
Mientras tanto, comparto el fallo de la Corte Constitucional de Colombia sobre el mismo tema: http://juriscol.banrep.gov.co:8080/CICPROD/BASIS/infjuric/JURIS/JURIS_CORTE_P/DDW?W=LLAVE_JURIS='SENTENCIA+D-6122+10.05.2006+CORTE+CONSTITUCIONAL'
Mg. Hugo Tórtora Aravena
Profesor U. Américas, U.Andres Bello y U. Santo Tomás
Viña del Mar
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