Obama y la Corte Suprema

noviembre 05, 2008

La victoria del demócrata Barack Obama a la presidencia de los EEUU traerá desde luego cambios importantísimos en el Derecho. Muchos de ellos habrá que esperarlos, pero con el aumento de la mayoría demócrata en ambas cámaras no hay duda que ellos vendrán tarde o temprano. La influencia que se espera que tenga el nuevo presidente a nivel internacional también hace esperable cambios en esta esfera.
En la aplicación del derecho, por otra parte, esta victoria también podrá traer cambios. De entre ellos, la composición de la Corte Suprema es tal vez el más importante. Como se sabe, los republicanos han designado 7 de los 9 jueces de la Corte Suprema. De ellos, 4 (John Roberts, Antonin Scalia, Clarence Thomas y Samuel Alito) son fuertemente conservadores, mientras que John Paul Stevens y David Souter junto a los designados por los demócratas (Ruth Bader Ginsburg y Stephen Breyer) votan en una línea más progresista. Así las cosas, el juez Anthony Kennedy es el que normalmente dirime los conflictos entre sus colegas.
En materia de los detenidos en Guantánamo, tal como veíamos en otro post, la Corte Suprema decidió –luego de más de cinco años de prisión– que cerca de 300 de esos detenidos tenían el derecho a que sus asuntos fuesen examinados por los tribunales federales. Obama ha estado claramente en favor de esta decisión, al punto que ha afirmado que su gobierno devolverá al habeas corpus la importancia que se merece.
Pues bien, Obama gobernará por 4 u 8 años y, aunque los jueces de la Corte permanecen en sus cargos de por vida varios de ellos son de edad avanzada. John Paul Stevens tiene 88, Ruth Bader Ginsburg 75, David Souter y Stephen Breyer tienen 69 y Anthony Kennedy, 71.
Los jueces conservadores son en su mayoría más jóvenes. John Roberts tiene 53, mientras que Samuel Alito 55, Clarence Thomas 59 y Antonin Scalia 72.
La posible designación de algunos de los jueces que deberá hacer Obama mantendrá ese frágil equilibrio actual toda vez que lo más probable es que los jueces que deba cambiar pertenezcan al lado progresista. De haber ganado McCain las consecuencias no habrían sido mejores, toda vez que éste habría tenido la oportunidad de cambiar a un progresista por un conservador y con ello, la Corte habría quedado en manos de una línea fuertemente conservadora quizás por cuánto tiempo. En el caso de los detenidos en Guantánamo, por ejemplo, las consecuencias podrían haber sido desastrosas toda vez que, tal como el candidato republicano sostuvo, esos detenidos no podían ser tratados como ciudadanos desde que no tienen los mismos derechos que un norteamericano. El actual equilibrio, que presuntamente podrá mantenerse, garantizará que la (tardía) protección de los derechos mínimos de esos detenidos permanezca. El cierre de esa cárcel, sin embargo, prometida por Obama, será lo único que podrá limpiar esta grosera infracción a los principios básicos de un estado de derecho.
Ya Ronald Dworkin en un excelente comentario había advertido las perniciosas consecuencias que la elección de McCain podía traer para la Corte Suprema.
La elección de Obama, sin embargo, garantizará por lo menos la mantención de ese equilibrio, evitando así que mientras unos son elegidos gracias a un programa político claro en materias como la actitud frente Guantánamo, la pena de muerte o el aborto, otros– con el pretexto de la protección a la Constitución – se encarguen de imponer sus propias concepciones morales y políticas sin ninguna credencial democrática.

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